Por Lucas Fiorini
El miércoles 23 de marzo viví una gran experiencia política: fui invitado por la Embajada de EEUU para asistir a una de las charlas que el Presidente Barack Obama daría en la Argentina, la de la Usina del Arte en la ciudad de Buenos Aires. Esta actividad estaba destinada a personas que destacaban en alguna actividad, privada o pública, jóvenes o de mediana edad, venidos de varios lados de nuestra Nación. Allí estuve, entre otros, junto al economista Martín Redrado, el ministro de Educación Esteban Bullrich y el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta. De Mar del Plata era el único representante. Soy becario de uno de los principales programas que tiene el Departamento de Estado norteamericano, el International Visitor Leadership Program (IVLP), destinado desde los años 40 a dirigentes seleccionados de todos los países del mundo y por el cual representé a la Argentina en el 2012 (varias figuras internacionales son ex becarios de este programa, como por ejemplo el ex primer ministro británico Tony Blair, el ex presidente chileno Ricardo Lagos, la Presidenta de Brasil Dilma Rousseff o, en nuestra patria, el ex Presidente Ricardo Alfonsín), donde tuve la oportunidad de estar en EEUU y profundizar mis conocimientos sobre la cultura, la historia, la política, la economía, las instituciones y el pueblo de ese gran País.
El encuentro con el Presidente de EEUU fue impactante y, obviamente, enriquecedor. Entró una persona llena de energía, sonriente, simpático, que provocó una espontánea ovación entre los asistentes. Su popularidad y carisma, del cual había leído tanto, están intactos. Rápidamente se acomodó en el centro de la escena, dio unas palabras de bienvenidas, donde recordó que de joven quería conocer la Argentina, que admiraba a Borges y Cortázar, y que le había encantado lo que vio, incluyendo haber probado su primer mate. Descontracturado, no quiso dar un discurso preparado, sino que nos dijo que tenía una hora para responder lo que quisiéramos preguntarle. Creo que eso fue lo mejor, pues no sólo mostró su seguridad, sino también permitió medir mejor su capacidad a través de sus respuestas y conocer mejor sus pensamientos que con un texto preconfigurado. Simplemente había que levantar la mano y preguntar libremente: él iría eligiendo alternando entre un hombre y una mujer. Las temáticas fueron de las más variadas, por esa misma metodología, y algunas de sus intervenciones fueron recogidas por la prensa. En otra nota transmitiré de manera expresa sus palabras, pues fueron clarísimas y será mejor y más provechoso brindarlas textuales que cambiarlas por las eventuales interpretaciones que podamos hacer quienes las oímos. Pero sí puedo resumir lo siguiente: Barack Obama es una persona que derrama inteligencia, lucidez y optimismo. Claro en sus ideas, con una profundidad no tan habitual en quienes están al frente de la acción política, se mostró genuinamente abierto al diálogo y a la incorporación de saberes y pareceres. Escuchó las preguntas y comentarios de los invitados sin mostrar apuro ni ansiedad, repreguntó, pidió precisiones, estuvo atento. Con buen humor, se mostró sincero, llano y humilde en sus ricas respuestas, señalando incluso lo que no pudo hacer como Presidente. Elogió varias veces al Presidente Macri, mostrando afinidad allí. Invitó a ser abiertos, a saber tomar lo mejor y lo que funciona venga de donde venga, a trabajar por los demás, a ser responsables de la suerte de uno mismo, de mi comunidad, de mi País y del mundo. Valorizó la democracia y el mercado, pero complementó estos conceptos con la necesidad, para que funcionen, de que se den en un pueblo con valores morales, solidario, con una comunidad organizada y comprometida, cuyos miembros sean honestos: es este marco el que permite que la libertad política y económica trabajen bien, de manera estable, haciendo sus aportes al progreso y el crecimiento de las naciones.
Marcó su creencia en un marco moral universal que debe practicarse y cuidarse, presupuesto del respeto por los derechos humanos básicos, y que empiezan por la regla de oro: hacé a los demás lo que quisieran que hagan por vos. Señaló su preocupación por la pobreza y la ausencia de salud para tantas personas, pero explicó los avances logrados y los desafíos pendientes, y no se quedó en una queja paralizante. Pidió aprovechar el salto tecnológico y la revolución del conocimiento que estamos viviendo, con proyectos compartidos de colaboración e inversión.
Alertó sobre no quedarse en la superficialidad de la información, ahora que es masiva, sino en profundizar en las cuestiones que nos interesan y educar con raíces hondas. Aconsejó bien, sobre todo para los que aspiren al rol de estadistas. Demostró conocimiento solvente en las claves de la política internacional. Y lo más importante para nosotros: transmitió claramente la nueva posibilidad histórica que se le abre a nuestra Nación, para insertarnos con fuerza en el mundo desarrollado y solucionar los desafíos pendientes. No sólo nos visitó con parte de su gabinete y se hizo acompañar por 450 empresarios que quieren acrecentar el comercio internacional e invertir en nuestro País – oportunidad para Mar del Plata también, no lo perdamos de vista-, sino que lo dijo sin tapujos: “EEUU ve con beneplácito el liderazgo de Argentina”. América Latina está cambiando el rumbo, y nosotros somos parte fundamental de los nuevos aires que soplan. Las oportunidades aparecen, hay que subirse a ellas con la vista fija en un mejor futuro. Pensar globalmente y actuar localmente: una frase que puede guiarnos en lo que viene, para desplegar el potencial increíble de nuestro País, y también de nuestra ciudad.
* Concejal Frente Renovador